Ciencia y Género: dos fuertes con relación simbiótica

Se conmemora el día internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.

Esa mañana me volví a sentir una niña. No fue necesario que el despertador suene, mis ansias le ganaron. La curiosa alumna que había sido en la primaria, se encontraba otra vez emocionada por ir de excursión. Sin mis compañeros, y mucho más grande, me tomé la línea interurbana con destino al CONICET de Rosario. Mientras, resonaban en mi cabeza la pregunta que tanto me hicieron y me hice de pequeña: ¿Qué querés ser cuándo seas grande? En lo personal, tuvo varias respuestas que cambiaban a medida que pasaban los años. Pero para quien me esperaba en el Instituto de Biología Molecular y Celular no fue así. Eleonora García siempre lo tuvo claro. A pesar de reconocer que tuvo otras inquietudes, en el fondo su vocación siempre fue la investigación y sobre todo las ciencias biológicas. Todavía hoy ser científica es su pasión.

En el cuaderno de comunicación el motivo de la visita podría ser el siguiente: “En conmemoración al tercer día internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. La jornada busca, a nivel mundial, reconocer el papel clave del género femenino en la comunidad científica y tecnología. Además, se promueve el fin de los prejuicios, la inversión en educación para que, de este modo, el sector femenino pueda contribuir también al futuro con sus innovaciones”. La diferencia esta vez es que mi mamá no tuvo que firmarme la autorización.

Estadísticas, las dos caras de una misma moneda

Lo que para mí era una buen dato, tras una explicación por parte de las científicas, no fue tan así. De acuerdo a las estadísticas, en Septiembre 2017, más mujeres que varones integraban CONICET Rosario: 622 eran las científicas y 476 los científicos. Sin embargo, mi alegría no duró tanto cuando Eleonora me detalló que el porcentaje de mujeres en los puestos de trabajo es mayor en cargos como asistente de investigación, pero a medida que la jerarquía sube las posiciones de mujeres disminuyen enormemente, en comparación a los hombres.

Un estudio realizado en 2017 refleja lo mencionado anteriormente. El informe analiza la pirámide del CONICET y data que en el primer escalón existe una relativa paridad. La cantidad de ingresos de investigadoras asistentes ha sido superior a los varones. Pero, a medida que se va subiendo, el cuello de la botella se va haciendo cada vez más fino y los cargos superiores de mujeres, son la minoría. A su vez, se investigó sobre el tiempo que le lleva a cada uno de los sexos saltar de categoría. En este sentido, en tiempos de reproductivos o por dificultades, como demostrar que es digna de su posición, a la mujer le cuesta más que al varón.

Ser científica: el entusiasmos de una niña interior más latente que nunca

Eleonora es bioquímica, Directora del Laboratorio de Patogénesis Bacteriana, docente e investigadora del CONICET. Junto con su equipo, trabajan con dos bacterias patógenas distintas. Su objetivo es localizar los mecanismos de virulencia de esos patógenos y su interacción con el organismo infectado. En los últimos años, se ha dedicado, en función al conocimiento acumulado sobre estos patógenos, a encontrar compuestos con potencial farmacológico, terapéutico o profiláctico para interferir o inhibir esos procesos. La iniciativa surgió ya que una de las principales preocupaciones de la Organización Mundial de la Salud es la resistencia a los antibióticos por parte de las baterías.

Creo que por primera vez dimensioné que tenía una cientista frente mío. Quizás nos crucemos muchas por la calle o formen parte de nuestro entorno familiar, pero esta vez registré la importancia que tiene su trabajo para la sociedad. Eleonora, que comenzó con su carrera hace 30 años atrás, me abrió la puerta de su oficina y no pude evitar preguntarle: “¿Cómo llegaste hasta acá? ¿Tuviste dificultades por ser mujer?” “Debo decir que no” me contestó. Al cabo de unos segundos, sin embargo, me advirtió que “por supuesto, hubo algunos detalles que revelan el inconsciente colectivo de valorar más al hombre que a la mujer”. Y el ámbito científico no queda excluido.

En ese sentido, la bioquímica me confesó uno de sus más grandes desafíos: ella conoció a su marido mientras ambos hacían sus tesis doctorales. Eso permitió, asegura, un balance entre los intereses y una comprensión absoluta. Luego de realizar su posgrado en el exterior, acompañados por su primera hija, tuvieron un laboratorio en conjunto y al cabo de un tiempo la bioquímica decidió independizarse. “Eso sí que fue un verdadero esfuerzo que tuve que hacer. Generar un tema completamente diferente para ser valorada independiente como científica y no adherida a la carrera de mi marido porque, si bien los logros eran cooperativos, el reconocimiento aún está sesgado y se hace en torno al hombre”.

Me atreví a decir “tuviste suerte” y me contestó que sí, ya que en numerosas ocasiones para quien “tiene un matrimonio con trabajo estable” o hijos se complica hacer un perfeccionamiento en el exterior por dos años. Esto se traduce como desventaja.  “Son mujeres que después no produjeron tanto, no tienen el piso que te da haber estado en el exterior y esos antecedentes marcan la diferencia”. A pesar de esto, la investigadora aclaró que por suerte hoy los institutos han mejorado a nivel nacional y existen programas de estadías cortas para conocer la dinámica de laboratorio del primer mundo.

Mi mirada se distraía con los guardapolvos blancos que desfilaban por el pasillo. Algunos portados por mujeres. No pude evitar preguntarme, ni preguntar: ¿Qué tan importante será su rol dentro de la ciencia? “Mi lectura puede ser un poco drástica”, me respondió Eleonora. “Lo que debe existir dentro del ámbito científico es la paridad absoluta. Mi deseo es que nadie tenga un trato preferencial, que este responda al mérito académico, sus antecedentes y logros”. En este sentido, se refirió a que en este tipo de carreras el hombre siempre produce y la mujer suele estancarse, lo que ocasiona más brecha. “Si la mujer tiene que pedir licencia por maternidad, posterga y eso implica una muerte parcial en lo profesional. La ciencia avanza a pasos agigantados y te exige tener siempre que producir”.

Tras la charla, Eleonora me invitó a conocer cada una de las instalaciones. Entre laboratorios, cámaras de frío, microscopios de alta calidad y peceras con embriones, quise plantear mi hipótesis científica del día: “¿La balanza entre hombres y mujeres se va a equiparar en este ambiente?” Según la cientista, que caminaba delante de mí, dependerá de varios factores, pero principalmente del cultural. La escuela es un cimiento importante para corregir estereotipos y actualmente, de acuerdo a la bioquímica, “hay varias instituciones que no tienen la noción científica incorporada”. Ella, junto a un gran equipo, recorre colegios en marco de “LIBReciencia”, un proyecto para la divulgación científica y dan cuenta de este flagelo. “Les preguntamos a los chicos cómo imaginan un científico, a veces somos mujeres, nos miran y nos dicen ‘hombre´, raro, descuidado, despeinado, típico de película, un Einstein clásico”.

EL FEMINISMO UN ALIADO DE LAS CIENCIAS EXACTAS Y SOCIALES

Dentro del ámbito de las ciencias y a unos pocos metros del IBR, Florencia Rovetto también se encuentra trabajando. Con otra perspectiva, ella también es investigadora del CONICET pero estudia, principalmente, cuestiones de Género y Comunicación. Lo sorprendente de su labor, que comenzó con sus capacitaciones en España por el año 2000, es la sociología del trabajo en los medios de comunicación, tanto de la provincia de Santa Fe como de todo el país. Analiza como funcionan las empresas periodísticas en este sentido: rutinas, división y oportunidades de trabajo entre los sexos. También, forma parte de una comisión que se encarga de la aplicación de protocolo para abordar situaciones de violencias en el interior del CONICET.

Sin pensarlo, Florencia soltó un “sí” firme cuando le consulté, a ella también, si le costó llegar a ser cientista social. Su comparación fue segura: “me costó como nos cuesta a todas las mujeres que nos desarrollamos en distintos ámbitos de la sociedad. Salvo para el doméstico, para el cual esta sociedad nos prepara desde incluso antes de nacer”.  La sorpresa me la lleve cuando le consulté cuál fue la herramienta que la ayudó a superar estos desafíos y que, según ella, es un factor común en todas las mujeres. “Lo que más resultado me trajo es tener buenas amigas”, soltó simpática. “Si no hubiera sido por un montón de mujeres, nada hubiera sido posible. Fueron generosas en compartir su conocimiento y generando espacios para la participación”.

Este sentimiento de compañerismo entre mujeres, me hizo vincularlo indudablemente con valores que se reflejan en el feminismo. Horas antes y en la institución vecina mi pregunta giraba qué era lo que aportaba la mujer a la ciencia, ahora era distinta: ¿Qué aporta el feminismo a la ciencia? “Todo. Mucho que la ciencia todavía no se entero” expresó Florencia. Esta corriente “crece y evoluciona a pesar que la ciencia lo ignore”. En la ciencia las certezas paralizan el avance, “y el feminismo cuestiona también sobre aquello que está establecido”. “En todos los ámbitos de la ciencia, funciona como maquinaria de interpelación”, definió la joven científica.

 

Por Tatiana Pace-Por Rosario Nuestro Redes